martes, 1 de febrero de 2011

LA NEVADA

Querido A.:

El otro día me estuve acordando de nuestra conversación sobre la riqueza y variedad de los contrastes que tiene Estados Unidos. Nueva York no va a ser menos, aun admitiendo que es la menos americana de todas las ciudades del país (como reconocen los propios gringos). Ya te iré contando casos particulares, pero hoy me quiero referir al clima que se vive en esta ciudad, y de las reacciones de la gente (y las autoridades) cuando vienen mal dadas.

Como sabes, el clima en Estados Unidos está condicionado por la llamada “corriente en chorro” (jet stream), que cruza el país de oeste a este (eso es, de izquierda a derecha), pero no en línea recta, sino formando un seno hacia el sur en el interior del país, como si fuera una lágrima que cuelga del centro de Canadá. Al norte de la “corriente en chorro” hace un frío que pela y al sur las temperaturas son más templadas. Bueno, pues la corriente deja a Nueva York bien al sur en verano, con temperaturas casi tropicales, y al norte en invierno, a merced de los vientos polares del noroeste.

Una vez dicho esto, te aseguro también que el clima de Nueva York es una montaña rusa. Llevo poco tiempo aquí, pero no recuerdo haber vivido dos días seguidos en que pudiera pensar “carajo, qué bien se está”. Lo normal es buscar algún tipo de alivio, ya sea un aire acondicionado, una calefacción, un paraguas o un simple sombrajo. O hace mucho calor o te pelas de frío o te lleva el viento o te consume la humedad. Eso si pensamos en el día a día, pero si miramos el calendario en conjunto ya es el acabose. En agosto o en septiembre uno suda a modo sólo con estar de pie a la sombra, y en diciembre o en enero esto parece una tundra de cemento y hormigón. El otro día dijeron en la tele que la cantidad de nieve caída en enero es la mayor registrada en toda la historia. Para que luego digan del cambio climático.

Sin embargo, la primera gran nevada del invierno no cayó en enero, sino el 26 de diciembre, domingo. Recuerdo que ese día salí a comprar pan y periódico a eso de las diez y todavía no había empezado. Vi un par de máquinas quitanieves y pensé que podía estar tranquilo, que por mucho que nevara, el lunes todo estaría en orden. Iluso. A las once ya caía con ganas y así estuvo todo el día y toda la noche. Cuando vi el calibre y la saña de los copos, decidí que me iba a quedar en casa, viendo todos los partidos de fútbol americano con una buena provisión de cervezas y panchitos.

Al día siguiente, lunes, la imagen de Nueva York era como la de cualquier pueblecito alpino que sale en la publicidad de las agencias de viajes para escapadas de fin de semana. Porque, además, brillaba el sol, aunque no calentara nada, que este sol invernal parece de atrezzo. Cayeron unos treinta centímetros en las avenidas, que ya son unos cuantos, pero las esquinas de los edificios y los coches propiciaron la formación de ventisqueros y acumulaciones de nieve de hasta un metro. Y vino el caos.

Resulta que esas dos máquinas quitanieves que te conté debieron ser las únicas que salieron ese día. En las avenidas, que van de norte a sur (sí, de arriba abajo) y tienen unos cuatro o cinco carriles cada una, sólo se podía circular, en el mejor de los casos, en tres, habilitados sólo por el paso de los coches y autobuses. Te adjunto una foto de la Tercera avenida a eso de las once y media de la mañana del lunes. Las calles, que van de este a oeste (ya te he explicado antes lo que quiere decir eso), estaban todas bloqueadas por los depósitos de nieve. A pesar de todo, los propietarios de los coches intentaban sacar sus vehículos de los garajes y aparcamientos de las aceras. Cuando, después de no más de cinco metros, ya no podían avanzar más, los dejaban abandonados hasta que alguien limpiara la calle o los remolcara. Más de la mitad de las calles estaban, sencillamente, bloqueadas.

A todo esto, ciertos prebostes municipales (el alcalde, como casi todo el mundo, estaba de vacaciones) salieron en la tele diciendo que la gente se quedara en sus casas, con lo que se creó otro círculo vicioso: los servicios básicos no podían funcionar porque no había manera de que los trabajadores llegaran a sus puestos de trabajo. Los trenes que vienen de zonas residenciales no circulaban, el metro no funcionaba a pleno rendimiento porque no había conductores, no todos los autobuses contaban con cadenas, los taxis no admitían viajeros, las tiendas, oficinas, bares y restaurantes estaban cerrados porque los dependientes, empleados y camareros no pudieron llegar a sus puestos de trabajo. Como te decía antes, Nueva York parecía un pueblecito de montaña… fuera de temporada. No había nadie.

Y luego está lo de las aceras. Aunque no te lo creas, las aceras son propiedad de los propios edificios y son sus dueños quienes tienen la responsabilidad de limpiarlas, incluida la nieve. Pero cuando éstos conseguían abrir un paso hasta la calzada, venían los quitanieves empujando la nieve y volvían a tapar lo que ya estaba abierto.

Todo esto me hace pensar, como hablábamos al principio, en los profundos contrastes de este país. Resulta que la primera ciudad del mundo no puede hacer frente a una nevada grande, sí, pero que se repite cada año. Da la impresión de que pilló a las autoridades desprevenidas, a pesar de haber sido prevista y anunciada. Ha habido protestas de asociaciones y ciudadanos, pero en nada comparables a las que hemos vivido en España (¿te acuerdas?). Lo peor: un señor mayor y un recién nacido murieron porque las ambulancias no pudieron llegar a las casas donde vivían para llevarlos al hospital.

En otra ocasión te contaré otros contrastes más sangrantes, que ya te puedes ir imaginando. Hasta entonces, te mando un abrazo muy fuerte. Abrígate,

I.

2 comentarios:

  1. Pues lo que cuentas, como bien dices, es falta de previsión, porque aquí en Canadá eso es el pan de cada día y sólo han llegado a cortarse las clases durante unas horas por estar en alerta e inmersos en una tormenta de nieve.
    ¡Me alegra ver que sigues publicando entradas!
    Saludos muy congelados jeje.

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  2. Acabo de leer tu blog. Me ha gustado mucho y espero leer nuevas entregas. Me voy a Nicaragua el lunes pero desde allí te seguiré.
    Por cierto, yo puedo contarte cosas sobre como sobrevivir en climas muuuyyyy calurosos.

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